Creemos que la biblia es la palabra revelada de Dios a los hombres compuesta por 66 libros que comprenden Antiguo y Nuevo pacto.
Creemos que ésta palabra escrita es infalible, suficiente y con autoridad absoluta sobre todo pensamiento o filosofía humana.(Sal 119.130, 119.160, Jn 5.39; 2 Ti 3.16)
Creemos que ésta palabra debe ser interpretada con la iluminación del Espíritu Santo y que la interpretación de ella es única, y no está sujeta a lo que los hombres entiendan, sino, a lo que realmente el autor inspirado quiso comunicar 2 Pedro 1.20-21.
Creemos en Un sólo Dios (Dt 6.4, 1 Co 8.6), creador de todo lo existente, tanto lo visible como lo invisible (Gn 1.1; Sal 115.3; Ap 4.11). Quién es absolutamente soberano, santo, justo, misericordioso, omnisciente, omnipresente y omnipotente. Infinito en todos sus atributos; Que no tiene necesidad de nada ni de nadie sino que él es el Todo en todo (2 Cr 6.18).
Cuya sabiduría no tiene límites y sus consejos son inescrutables (Sal 147.5; Is 40.28; Ro 11.33).
Este Dios único y verdadero coexiste en tres personas desde la eternidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo (Mt. 3:16,17; 28:19; 2 Co. 13:14).
Dios creó al hombre en perfecto estado de inocencia (Gn 1.27; Ec 7.29).
Sin embargo, el hombre decidió libre y voluntariamente desobedecer el mandato de su Creador por incitación de Lucifer (Gn 3.6).
La consecuencia de esta desobediencia trajo maldición a la tierra, aflicción y dolor al hombre en esta vida (Gn 3.16-19), su muerte tanto física como espiritual –separación de Dios- (Gn 2.17) afectando a toda la raza humana que en él estaba representada (Ro 5.12; Sal 51.5).
El hombre, por su Caída en un estado de pecado, ha perdido totalmente la capacidad para querer cualquier bien espiritual que acompañe a la salvación; por consiguiente, como hombre natural que está enteramente opuesto a ese bien y muerto en el pecado, no puede por sus propias fuerzas convertirse a sí mismo o prepararse para ello (Gn 6.5; Gn 8.21; Jer 17.9; Jn 8.34; Ro 6.16; Ro8.7; Ef 2.1-3; 1 Co 2.14; Ro 3.10-18).
En su gracia, Dios pudiendo condenar a todos los seres humanos, ha provisto la salvación de ellos (Jn 3.16; Tit 3.11).
Esta salvación es un regalo de Dios al hombre, quien no puede ganársela ni participar de ella con mérito alguno (Ef 2.5 y 2.9; 1 Co 1.29; Ro 8.7-8; Ro 9.15-16).
Dicha salvación se obtiene por un genuino arrepentimiento de los pecados y a través de la fe en su Hijo Jesucristo (Mc 1.15; Jn 3.36; Jn 3.18; Hch 2.38;16.31) quién ganó la salvación del pecador por medio de su justicia y sacrificio en la cruz (Ro 3.22; 5.18; 5.19 y Heb 9.26).
Aunque Dios llama a todos los hombres al arrepentimiento y les ofrece la salvación, mostrando su deseo de que todos se salven (Mt 11.28; Lc 14.16-24; 1 Ti 2.4; Hch 17.30); y aunque sabemos que todo el que se acerque al Señor implorando perdón para salvación de su alma será oído (Sal 86.5; Is 45.22; Jn 6.40; Ro 10.13; Ap 22.17), creemos que ciertamente responderán a ese llamado y se salvarán aquéllos que Él en su misericordia ha escogido desde la eternidad pasada (Mt 22.14; Jn 6.44; Jn 15.16; Ro 8.29-30 y 8.33; Ef 1.4-5; Ro 9.6 y 11.5-6; 1 Co 1.27-30).
Esta inescrutable doctrina de la elección soberana de Dios, de ninguna manera anula la responsabilidad del hombre frente a Dios (Jn 5.40; Jn10.38; Hch 2.23; Mt 26.24).
Creemos en la salvación eterna de los verdaderos creyentes. Es decir, aquellos que confiesan a Jesús como Señor y creen de todo corazón que Dios le levantó de los muertos (Ro 10.9); esta confesión no tiene que ver con una simple o superficial declaración verbal, si no, con una expresión de fe que tiene raíz en una profunda convicción producida por el Espíritu de Dios y que se refleja también en el estilo de vida diario (Mt 7.15-20). *
Sin embargo, creemos que la seguridad de ésta salvación no se basa en estos medios por sí mismos, si no por la inmutable promesa del Dios fiel que salva a tales personas (Heb 6.17-20; Tit1.1-3).
Tenemos pues seguridad de la salvación eterna porque ésta descansa totalmente en la obra de Cristo; Y porque todos los redimidos están guardados en las manos del Padre y del Hijo para siempre (Jn 10.28-29; Jn 6.38-39; Jn 17.12; 1P 1.5; Ef 4.30; Ro 8.1 y 8.33-39).
A su vez, creemos que la perseverancia de los santos en el camino de Dios es la evidencia externa de esa salvación (Mt 10.22; 1Co 15.2; 1P 1.6-7) y que la evidencia interna es el Espíritu de Cristo que testifica al creyente en su espíritu que es un hijo de Dios (Ro 8.16; Ef 1.13; 1Jn 3.24).
El Espíritu Santo es la garantía de la salvación del creyente – las arras (Gr: pago inicial/depósito)
(2 Co 2.22; Ef 1.14).
*una confesión o declaración de fe que no produce frutos visibles, es una falsa profesión de fe en la que muchos hombres engañados caen, como lo declara la escritura: (Tit 1.16; Mt 7.21-23; Lc 6.46; Stg 2.14, Stg 2.17-20; 1 Jn 2.4).
Creemos que la fe es un don que Dios otorga a los hombres para capacitarlos a creer en Cristo y su Palabra (Ef 2.8; Fil 1.29; Heb 12.2; 2 P 1.1). La verdadera fe, no es una mera profesión verbal, si no, una fe activa que muestra evidencias por medio de buenas obras (Stg 2.14 y 2.22; Gl 5.6; Heb cap.11).
Creemos que el arrepentimiento lo concede y lo produce Dios por su Espíritu en el corazón humano (Jn16.8; Hch 5.31 y 11.18; 2 Ti 2.25; 2 Co 7.10). Así mismo, el arrepentimiento verdadero se expresa en un cambio radical de conducta con respecto al pecado (Mt 3.8; Hch 26.20).
Jesucristo es el mediador del nuevo pacto, a quien Dios Padre destinó para ser el Salvador del mundo
(1 P1.20). En él y para él fueron creadas todas las cosas, y él es la imagen del Dios invisible (Col 1.15-17; Heb 1.3; Jn 1.3). Él es el único camino a Dios y único mediador entre Dios y los hombres (Jn 14.6; 1 Ti 2.5; Hch 4.12).
Creemos que nació de la virgen María, concebido por el Espíritu Santo siendo hombre y Dios en esencia despojándose temporalmente de su gloria para habitar entre los hombres; sin dejar de ser Dios hecho siervo (Fil 2.6-7; Jn 1.1-3). Creemos que vivió una vida perfecta y santa (Is 53.9; 1 P 3.18; Heb 7.26), que murió en la cruz del calvario llevando los pecados de su pueblo (Mt 1.21; Tit 2.13-14: Ef 5.25) y resucitó como prueba de nuestra justificación (Mt 28.5-10; Ro 4.25) y que ahora está sentado a la diestra del Padre ejerciendo la función de Sumo Sacerdote para interceder por los suyos (Ro 8.34; Heb 7.25; Jn 17.9 y 17.20). Creemos que él es la Cabeza y Señor de la iglesia y que toda rodilla se doblará ante él y toda lengua confesará que él es el Señor, para la gloria del Padre (Fil 2.9-10).
Creemos que volverá a la tierra para rescatar a su iglesia y juzgar a los impíos (1 Ts 4.16-17; Ap 1.7;2 Ti 4.1).
La justificación es el acto por el cual Dios declara justo al pecador que cree en Cristo. Es solo por fe sin ninguna obra (Ro 3.22 y 24; Ro 4.3; Gl 3.8). De este modo, Dios imputa la justicia de Cristo a los que creen (Ro 5.19) ; no imputándoles la fe misma, ni la acción de creer, si no, imputándoles la obediencia activa de Cristo a toda la ley y su obediencia pasiva en su muerte para la completa y única justicia de
ellos por la fe, la cual tienen no de sí mismos; pues es don de Dios; Quién imputa los pecados del creyente a Cristo en la Cruz (Mt 27.46; Ro 3.25; 2 Co 5.21).
Creemos que el nuevo nacimiento o la regeneración es imprescindible para entrar en el reino de los cielos (Jn 3.3 y 3.5). Esto sucede por la obra sobrenatural del Espíritu Santo, sin participación alguna del hombre (Jn 1.13; Stg 1.18; Tit 3.4-7). Este acto creativo de Dios viene a través del poder de su palabra (1P 1.3 y 1.23) que crea en el interior del redimido un nuevo ser (2Co 5.17) con nuevos afectos y con una voluntad que se dispone a amar a Dios; De este modo, el Espíritu Santo ilumina el entendimiento del hombre (2Co 4.6; Ef 1.18) quita el corazón de piedra y pone un corazón de carne (Ez 36.26) y produce convicción de pecado predisponiéndolo al arrepentimiento (Jn 16.8) y a la justicia por la fe (Fil 2.13).
Por esto, creemos que la conversión del pecador no puede ser manipulada, ni forzada, ni inducida por los hombres ya que esto es un trabajo del Dios omnipotente que resucita a los muertos (Ef 2.1-5).
La evidencia de la regeneración resulta en fe verdadera en Cristo (1 Jn 5.1) y una vida cambiada libre del poder del pecado (1 Jn 3.8 y 5.18).
Creemos que llegará ese día en el cual Dios juzgará las obras de todos los hombres (Is 13.9-11;Ro 2.5-6; Hch 17.31; Ap 20.11-12).
Jesucristo será el juez de los vivos y de los muertos (Jn 5.22; Hch 17.31; Mt 25.31-32; 2 Ti 4.1).
Los redimidos resucitarán primero a vida eterna (1ra resurrección Lc 14.14; Ap 21.6), mientras que los impíos lo harán para condenación e ira eterna (la Muerte 2da: Dn 12.13 y 12.2; Jn 5.29; Ap 20.12-15).